Los que estamos actualmente en A.A. tuvimos que tomar una decisión capital antes de sentirnos seguros en el nuevo programa de vida sin alcohol. Hemos tenido que afrontar los hechos sobre nosotros mismos y nuestra modalidad de beber en forma realista y honesta. Tuvimos que admitir que éramos impotentes ante el alcohol. Para algunos de nosotros esta fue la decisión más dura que debimos de afrontar. No sabíamos gran cosa del alcoholismo. Teníamos nuestras ideas preconcebidas sobre la palabra alcohólico a la que asociábamos con los borrachos perdidos. O pensábamos que significaba degradación en alguna otra forma. Algunos de nosotros nos resistíamos a la idea de admitir que éramos alcohólicos. Otros nos aferramos a ciertas reservas mentales.
Sin embargo, sentíamos alivio cuando se nos explicó que el alcoholismos es una enfermedad. Comprendimos que era de sentido común el hacer algo contra una enfermedad que amenazaba en destruirnos. Dejamos de tratar de engañar a otros y a nosotros mismos al pensar que podíamos controlar el alcohol cuando toda la evidencia indicaba lo contrario.
Se nos dijo bien claro desde el principio, que solo nosotros mismos podíamos determinar si éramos o no alcohólicos. La admisión debe ser sincera y basada en nuestro propio juicio y no en la opinión de un médico, el esposo o la esposa, o el director espiritual. Nuestros amigos podrán ayudarnos a interpretar la naturaleza de nuestros problemas, pero nosotros somos los únicos que podemos determinar si el alcohol se ha convertido en algo incontrolable en nuestro caso.
Francamente preguntarnos: ¿Cómo podemos saber si somos realmente alcohólicos?. Se nos dijo que no existían reglas fijas y rígidas para diagnosticar el alcoholismo. Aprendimos sin embargo, que había ciertos síntomas reveladores. Por ejemplo: si nos emborrachábamos cuando teníamos motivos suficientemente poderosos para mantenernos sobrios; si nuestra modalidad de beber había empeorado progresivamente; si no disfrutábamos tanto de la bebida como antes. Esto, aprendimos eran generalmente síntomas de la enfermedad llamada alcoholismo.
Revisando nuestras experiencias de alcohólicos y sus consecuencias, la mayoría de nosotros llegamos a descubrir la evidencia real de nuestros alcoholismo.
Naturalmente, la posibilidad de vivir sin alcohol parecía ser aburrida y desagradable. Temimos que nuestros nuevos amigos de A.A. fueran fastidiosos y tontos; o peor aún, exuberantes evangelistas. Descubrimos, sin embargo, que eran seres humanos como nosotros, con la virtud especial de entender nuestro problema en vez de condenarnos, como otros no alcohólicos lo habían hecho en el pasado. Empezamos a preguntar qué tendríamos que hacer para mantenernos sobrios, cuanto nos costaría ser miembros de A.A. y quién dirigía la sociedad, local y a nivel mundial
Pronto descubrimos que en A.A.no hay ningún "tienes que hacer esto", que a nadie se le pide que siga ningún rito formal o sistema de vida. También aprendimos en A.A. no cobra cuotas ni honorarios de ninguna clase. Los gastos para el mantenimiento del grupo, literatura, alquiler, refrescos, etc, son pagados con el dinero que se recolecta en las reuniones, pero aún esta forma de contribución no es obligatoria, ni condición esencial para pertenecer a A.A. Pronto se hizo aparente que A.A. no tiene una organización formal y que no hay jefes que gobiernan. Los arreglos sobre reuniones y otros trabajos que son esenciales para mantener a los grupos activos, son hechos por comités de personas que se turnan en forma rotativa y que actúan como servidores, no como líderes.
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